16 Los Comienzos de la España Imperial Carlos V (de Alemania) [Carlos I de España] (1517-1555)

Los Comienzos de la España Imperial

La hija de los Reyes Católicos, Juana la Loca, se casó con Felipe el Hermoso, de la casa Habsburgo, dinastía norteña que controlaba muchos principados en los Países Bajos y Austria- Alemania. Esta unión produjo a Carlos V, quien heredaría el patrimonio español de su madre y el alemán-flamenco de su padre.

Carlos pasó su juventud en Flandes, y al llegar a España por primera vez en 1517 no sabía ni hablar castellano. Esto nos indica una característica fundamental de su reinado: su cosmopolitismo. Pero al principio fue rechazado por los españoles que se resistían a que llegara un extranjero a gobernarles. Su hermano menor, Fernando, había crecido en España bajo el tutelaje del abuelo de ambos, Fernando el Católico. Varias familias nobles querían que Fernando fuera rey. Al contrario de lo que se esperaba al principio de su reinado, con el tiempo Carlos pasó a vivir en España y la convirtió en el centro de su nuevo imperio.

Carlos V pintado por Tiziano https://redderutascarlosv.wordpress.com/2022/06/02/charles-v-and-titian/

Carlos se convierte en el emperador más poderoso de Europa y señor de unas posesiones gigantescas que ocupaban gran parte de la Europa continental y, además, España, Sicilia, Cerdeña, el norte de Africa y los territorios, cada vez más extensos, de América.

España representa un territorio más entre los muchos que reconocían la autoridad de Carlos, Emperador del Imperio Sacrorromano, y aunque seguía siendo muy importante debido a sus intereses en las Américas, el triunfalismo español se vio apropiado a los programas imperiales de Carlos, quien se llamaba el “Nuevo César”, el que iba a hacer renacer la antigua gloria de Roma, restableciendo un imperio ‘mundial’ y una nueva pax romana, esta vez mejorada por los valores cristianos de su imperio.

Estas pretensiones imperialistas se ven amenazadas por varios obstáculos.

1. Al margen oriental de Europa, los turcos seguían expandiendo su imperio musulmán. Las tropas turcas conquistaron Hungría y llegaron a las puertas de Viena (territorio habsburgo) en 1529, y fue Carlos quien detuvo el nuevo avance islámico hacia el corazón de Europa. Las fuerzas de Carlos también se dirigieron contra el poderío turco en el Mediterráneo, donde se llevaron a cabo varias batallas importantes para establecer la hegemonía cristiana.

2. Dentro de Europa, el poder de Carlos también se enfrentó con una nueva escición interna: la Reforma protestante de Martín Lutero, quien publicó sus protestas contra ciertas prácticas y doctrinas católicas en el año 1517 y provocó un período de guerras religiosas que habían de dividir a Europa durante muchos siglos. Otras figuras protestantes como Ulrico Zuinglio y Juan Calvino aprovecharon la nueva cultura impresa para popularizar sus críticas contra la fe tradicional. Hasta este momento, sólo había una versión aceptada del cristianismo – el catolicismo. Aquí el cristianismo se fragmenta, y nacen otras religiones cristianas – la luterana, la calvinista, la anabaptista y la anglicana (ya empezada por Henry VIII y su divorcio). Protestaban contra abusos en la Iglesia Católica, por ejemplo la venta de indulgencias que permitía que los ricos pudieran pagar para que se les perdonara sus pecados. Pensaban que la Iglesia Católica como institución estaba corrupta por tantas riquezas.

Carlos, quien veía en el catolicismo romano un baluarte más para su ideología imperialista, se opuso al protestantismo que crecía en Alemania, Suiza y otros países norteños. Bajo su presión, la Iglesia romana convocó el Concilo de Trento (1545-1563) para reformar la Iglesia desde dentro y resolver los problemas doctrinales y de organización que habían provocado la Reforma protestante.

La ‘Contrarreforma’ católica que resulta de ese concilio establece la ortodoxia católica y reafirma la unidad religiosa del cristianismo occidental frente al sectarianismo protestante que abogaba por la libertad del individuo y una espiritualidad más burguesa. Trento les pide a los escritores y artistas y todo buen cristiano que usen su sabiduría y su creatividad para fomentar la fe católica, y que no apoyen una actitud crítica o individualista frente a las verdades doctrinales del cristianismo. Se condenan los ‘excesos’ de ciertas tendencias renacentistas (el secularismo, un exagerado humanismo, la crítica analítica, etc.) y se predica una fe más militante para respaldar las instituciones de la sociedad cristiana tradicional. “Aunque es evidente exageración llamar al de Trento un concilio español, no deja de ser cierto que la autoridad moral y peso político del Emperador y la importancia y número de los delegados españoles hicieron que tanto las fórmulas teológicas españolas como las formas de espiritualidad concordes con las españolas fueran las preferidas en las discursiones. En consecuencia, las definiciones aprobadas en este concilio tuvieron en España una resonancia mucho mayor que la que encontraron en los demás países católicos. En ellas el catolicismo español encontró su formulación más clara como una aceptación oficial ante el protestantismo.” (Cantarino 139)

La Contrarreforma católica no resuelve los conflictos religiosos en Alemania y demás territorios norteños del imperio habsburgo de Carlos V, y este abdica el trono a su hijo Felipe II, encerrándose en el monasterio de El Yuste para pasar sus últimos años preparándose para la próxima vida.

Esta es la época en que Hernán Cortés empieza a explorar el continente Americano, llegando a conquistar México. Las riquezas que llegan de América se usan para financiar las continuas guerras religiosas en Europa, y no para convertir a España en un país rico. Al contrario, en estos siglos la gran mayoría de los españoles son pobres.

Hay una serie de Televisión Española sobre esta figura histórica “Carlos – Rey Emperador”

 

Felipe II (1555-1598)

Al abdicar Carlos V, sus posesiones territoriales se dividieron entre su hermano, quien queda con el patrimonio habsburgo en Austria y Alemania, y su hijo primogénito, Felipe II, quien se convierte en rey del Imperio español. Ahora, España (Castilla) tenía la oportunidad de liberarse del imperialismo internacional que caracterizaba el reinado de Carlos V con sus compromisos como defensor de la cristiandad. Sin embargo, Felipe y su régimen siguen fomentando la misma ideología imperialista. El reinado de Felipe II corresponde a los primeros años de la Contrarreforma católica, y generalmente se le atribuye a Felipe II la decisión de ‘cerrar las puertas’ de España contra las nuevas ideas peligrosas procedentes de Europa del norte y de Italia. La cultura española se vuelve cada vez más sombría, fatalista y penitente bajo la vigilancia de la Inquisición, nuevamente animada por los decretos del Concilio de Trento. La espiritualidad contrarreformista y sobre todo la española depende de la proclamación y la práctica pública de la fe del individuo, y se expresa en los innumerables desfiles religiosos y autos de fe y autos sacramentales que se realizan en las plazas de España. Dada la situación internacional y la definición del patriotismo que había fundado el país, no es sorprendente que el Estado se interesara siempre en las ceremonias públicas de la Iglesia.

Aunque el número de conversos procesados por ‘judaizar’ se disminuía durante este período, la Inquisición española renovó sus campañas

Felipe II joven, pintado por Tiziano. https://es.wikipedia.org/wiki/Felipe_II_de_Espa%C3%B1a#/media/Archivo:Philip_II.jpg

por mantener la ortodoxia religiosa de su pueblo elegido. El Estado bajo Felipe II les prohibió a los españoles estudiar en el extranjero, incluso en países católicos, por temor al contagio del protestantismo y el libre pensamiento tolerados en otras tierras. La censura del contenido moral, filosófico o doctrinal de libros impresos continuó y aumentó bajo Felipe II: ya durante los últimos años del reinado de Carlos V como reacción al protestantismo alemán y holandés, se habían prohibido en España todas las obras del gran humanista católico, Erasmo de Roterdamo, y son famosos los casos de humanistas españoles como Juan Luis Vives y Fray Luis de León, que tuvieron que emigrar o sufrir los ataques de los inquisidores. Mientras tanto, el inmenso imperio español en las Américas y Asia continuó creciendo y consolidándose, y el oro y plata producidos en las minas del nuevo mundo venía a España para costear las continuas guerras religiosas y políticas que Felipe II mantenía por ser prisionero de su propia ideología.

Además de la emigración a las colonias de ultramar, las guerras contra los turcos en el Mediterráneo, contra los protestantes en Flandes y los moros en el norte de Africa contribuyeron al colapso demográfico y económico que se nota en Castilla (con excepción de Madrid) durante el Siglo de oro. Ciertas provincias castellanas tenían más población en la Edad Media incluso que tienen actualmente, y los críticos sociales de la época lamentaban el abandono del campo y de la industria agrícola como augurio de la inevitable decadencia de España. Por otro lado, la despoblación de las regiones rurales y de las ciudades pequeñas del norte de Castilla permitió el fenomenal crecimiento de ciertas ciudades como Madrid y Sevilla, que gracias a la corte real o el monopolio sobre el mercado americano se convirtieron en los dos centros de prosperidad en un país, por otra parte, en muy malas condiciones económicas. Al final del reinado de Felipe II, su gobierno acabó en la bancarrota varias veces, y el país se encontró azotado por una serie de epidemias y años de escasez que muchos interpretaron como mensaje divino, rogando más medidas de penitencia pública y una ortodoxia aun más estricta. En el extranjero, el poderío español tampoco prosperó mucho durante el reinado de Felipe II, a pesar de la unión entre España y Portugal que pudo realizar y la gloriosa victoria sobre los turcos que se ganó en Lepanto (1570). Su guerra contra los protestantes holandeses nunca dio resultados, y la invasión de Inglaterra acabó en el mítico fracaso de la Armada española en 1588. El 8 de agosto de 1588, la Gran Armada (Armada Invencible), enviada por el rey Felipe II de España para conquistar Inglaterra, fue derrotada en el canal de la Mancha. Esta victoria inició la política colonial del Reino Unido bajo el liderazgo de la reina Isabel I. Tampoco pudo acabar con la amenaza cada vez más inquietante de los franceses contra sus intereses en los Pirineos y en el Mediterráneo.

Esta letanía de los fracasos de Felipe II no debe exagerarse tampoco: el Imperio español al final de su reinado seguía siendo el poderío europeo más importante y el control español sobre las Américas iba a mantenerse mucho más tiempo que el de sus rivales europeos que apenas establecían sus primeras fortalezas en los bosques del norte cuando en la Nueva España de Felipe II se fundaban universidades. Por otro lado, la acumulación de riquezas y la cultura de consumo ostentoso que se desarrolló en España debido a sus valores señoriales preparó el camino para un gran florecimiento artístico y literario durante la segunda mitad del XVI y las primeras décadas del XVII. Es el momento de escritores como Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz y Miguel de Cervantes, y de pintores como El Greco, Velázquez y Zurbarán. La conciencia de vivir una época de extraordinaria potencialidad la compartían muchos españoles de los siglos XVI y XVII, y por eso llegaron a pensar en ellos como ‘siglos de oro’, una época de grandes hazañas míticas y de fracasos y opresión de igual tamaño.

Para concluir, voy a citar el juicio de el historiador conservador, V. Cantarino, quien resume la opinión general de muchos españoles aun hoy día:

“Los siglos XVI y XVII forman en la historia de España una unidad cultural, política y económica muy difícil de ignorar. El concepto hispánico de unidad nacional, concebido durante la Edad Media y realizado bajo los Reyes Católicos, sufre en estos siglos su prueba más difícil, al intentar los monarcas españoles aplicarlo también a Europa y a América. Los españoles han considerado siempre este intento de hispanizar Europa y el mundo como uno de los momentos más gloriosos de su historia, prestando menos atención al fracaso de la empresa. En realidad, llevó a los españoles a intervenir en una serie de guerras sin solución, que contribuyeron a la decadencia política y económica y a la actitud pesimista, entre fatalista y resentida, que son características de la cultura española de estos siglos.” (135)

 

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